La primera vez que entré en una consulta del Dr. Navarro fue por casualidad, el médico que me habían asignado no estaba ese día. Yo llevaba ya varios años haciendo tratamientos de reproducción asistida en otras clínicas. Acumulaba muchas dudas. Sin demasiadas esperanzas, probé a hacerle una pregunta y me sorprendí cuando, en contra de lo que me había ocurrido en ocasiones anteriores, él empezó a responderme con datos: científicos, actuales, precisos. “¿Alguna pregunta más?”, me dijo. “Sí, tengo muchas más, pero las dejaré para otro día”, no quería abusar. Fue entonces cuando exclamó: “no tengo otra cosa que hacer hoy hasta que tú hayas resuelto todas tus dudas.” Unos días más tarde estaba ya embarazada de mi niña.
Algunos años después conocí esta clínica, cuando sólo era un proyecto en la mente inquieta del Dr. Navarro, así que gocé del privilegio de verla nacer. Doy fe de cómo se cuidó cada detalle, empeñados en ofrecer la máxima calidad y rigor en los procedimientos médicos y en los de laboratorio, pero, por encima de todo estaba, el objetivo principal: la atención a las pacientes. Querían que fuera exquisita y desde el primer día lo llevaron a la práctica. Testigo de ello he sido muchas veces. Cuando llegas por primera vez, las chicas de recepción te acogen como si ya fueras alguien de su familia. La sala de espera es un lugar apacible donde de pronto una enfermera, sonriendo, pronuncia con cercanía tu nombre. Justo después te preguntará con un inmenso cariño: “¿cómo te va?” y con la máxima dulzura y cuidado, como si de una flor muy delicada se tratara, te acompañará hasta la puerta de la consulta. Dentro de ella, en esta clínica, tienen cabida todas tus ilusiones, tus esperanzas, tus deseos, otras veces estallarán allí, sin que puedas contenerte, la tristeza, las dudas, el desaliento, la impotencia… pero en todos esos casos, al otro lado de la mesa, encontrarás a un doctor para quien, en ese momento, tú eres su única prioridad. Te animará y te consolará cuando tu alma esté rota. Además, te aseguro que va a hacer todo lo posible, y lo imposible, para que puedas cumplir tu sueño y consigas quedarte embarazada.
Tampoco esa vez yo lo conseguí a la primera. Fueron necesarios varios tratamientos, pero en esta noria de sensaciones que suben y bajan me sentí mimada y acompañada, en cada pinchazo y en cada ecografía, también en cada duda y en cada miedo, a cualquier hora del día o de la noche, sabía que una voz amiga me apoyaría al otro lado del teléfono.
Y así de la mano de este equipo caminé segura hasta que “hubo fiesta en las flores, se inundaron los cauces de todos los ríos, y al unísono todas las voces hablaron de amor”… porque mi niño, llegó.